lunes, 15 de diciembre de 2008

História Cecilia Alcalde

EL OASIS

A un oasis llega un joven, toma agua, se asea y pregunta a un viejecito que se encuentra descansando:

¿Qué clase de personas hay aquí?

El anciano le pregunta:
¿Qué clase de gente había en el lugar de donde tú vienes?

"Oh, un grupo de egoístas y malvados" replicó el joven.
"Estoy encantado de haberme ido de allí".

A lo cual el anciano comentó:
"Lo mismo habrás de encontrar aquí".

Ese mismo día, otro joven se acercó a beber agua al oasis, y viendo al anciano, preguntó:

¿Qué clase de personas viven en este lugar?

El viejo respondió con la misma pregunta:
¿Qué clase de personas viven en el lugar de donde tú vienes?

"Un magnífico grupo de personas, honestas, amigables, hospitalarias, me duele mucho haberlos dejado".
"Lo mismo encontrarás tú aquí", respondió el anciano.

Un hombre que había escuchado ambas conversaciones le preguntó al viejo:

¿Cómo es posible dar dos respuestas tan diferentes a la misma pregunta?

A lo cuál el viejo contestó:
Cada uno lleva en su corazón el medio ambiente donde vive. Aquel que no encontró nada bueno en los lugares donde estuvo no podrá encontrar otra cosa aquí.
Aquel que encontró amigos allá podrá encontrar amigos acá.

Cuento Marta Quiroga

CUENTO ÁRABE


Había una vez un anciano muy sabio, tan sabio era que todos decían que en su cara se podía ver la sabiduría. Un buen día ese hombre sabio decidió hacer un viaje en barco, y en ese mismo viaje iba un joven estudiante. El joven estudiante era arrogante y entró en el barco dándose aires de importancia, mientras que el anciano sabio se limitó a sentarse en la proa de barco a contemplar el paisaje y cómo los marineros trabajaban.
Al poco el estudiante tuvo noticia de que en el barco se encontraba un hombre sabio y fue a sentarse junto a él. El anciano sabio permanecía en silencio, así que el joven estudiante decidió sacar conversación:

- ¿Ha viajado mucho usted? -

A lo que el anciano respondió: - Sí -
- ¿Y ha estado usted en Damasco? -
Y al instante el anciano le habló de las estrellas que se ven desde la ciudad, de los atardeceres, de las gentes y sus costumbres. Le describió los olores y ruidos del zoco y le habló de las hermosas mezquitas de la ciudad.
- Todo eso está muy bien. - dijo el estudiante - Pero... habrá estado usted estudiando en la escuela de astronomía. -
El anciano se quedó pensativo y como si aquello no tuviese importancia le dijo: - No. -
El estudiante se llevó las manos a la cabeza sin poder creer lo que estaba oyendo: - ¡Pero entonces ha perdido media vida! -

Al poco rato el estudiante le volvió a preguntar: - ¿Ha estado usted en Alejandría? -

Y acto seguido el anciano le empezó a hablar de la belleza de la ciudad, de su puerto y su faro. Del ambiente abarrotado de sus calles. De su tradición, y de otras tantas cosas.
- Sí, veo que ha estado usted en Alejandría. - repuso el estudiante - Pero, ¿estudió usted en la Biblioteca de Alejandría?. -
Una vez más el anciano se encogió de hombros y dijo: - No. -
De nuevo el estudiante se llevó las manos a la cabeza y dijo: - Pero cómo es posible, ¡Ha perdido usted media vida!. -
Al rato el anciano vio en la otra punta del barco que entraba agua entre las tablas el barco. Entonces el anciano preguntó:
- Tú has estudiado e muchos sitios, ¿verdad?. -
Y el estudiante enhebró una retahíla de escuelas, bibliotecas y lugares de sabiduría que parecía no tener fin. Cuando por fin terminó el viejo le preguntó:
-¿Y en alguno de esos lugares has aprendido natación?. -
El estudiante repasó las decenas de asignaturas que había cursado en los diferentes lugares, pero en ninguna de ellas estaba incluida la natación. - No. - respondió.
El anciano, arremangándose y saltando encima de la borda dijo antes de tirarse al agua: - Pues has perdido la vida entera. -

Fin.